viernes, 10 de agosto de 2012

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Rock of Ages: Esto tiene de rock lo mismo que ver jugar a unos canís al Guitar Hero

“Rock of Ages (La era del rock)
Título Original: “Rock of Ages”
Director: Adam Shankman
EEUU
2012

Sinopsis (Página oficial):

Bajo la dirección de Adam Shankman (“Hairspray”), New Line Cinema lleva la adaptación cinematográfica del gran éxito musical de Broadway “Rock of Ages” a la pantalla grande. “Rock of Ages” cuenta la historia de Sherrie, una chica de pueblo, y Drew, un chico de ciudad, quienes se conocen en el Sunset Strip mientras persiguen sus sueños de Hollywood. Su historia de amor estilo rock ‘n’ roll está contada a través de los vibrantes éxitos de Def Leppard, Joan Jett, Journey, Foreigner, Bon Jovi, Night Ranger, REO Speedwagon, Pat Benatar, Twisted Sister, Poison, Whitesnake, y otros.

Crítica Bastarda:

Los ochenta siempre vuelven y esta vez “Rock of Ages (La era del rock)” pretende recuperar la esencia del rock (para masas) y ubicarla a finales de esa mágica década cuando la MTV y el videoclip dirigían el mandato sonoro a las multitudes. El nacimiento del clip significó el predominio de lo visual sobre lo musical, el nacimiento de productos sensoriales que captaran a las nuevas audiencias y generaciones. “Rock of Ages (La era del rock)”) no quiere dar lecciones musicales, más bien realizar un popurrí de covers de Journey, Def Leppard, Foreigner o Poison, entre muchos otros, con mucho humor que la convierta en un objeto de disfrute sin marcar transcendencia. No es esperen nada gothic y dark, ni tampoco ver en esa estrella icónica que interpreta Tom Cruise (Stacee Jaxx) cualquier arrebato a lo Ozzy Osbourne que pueda molestar a un censor. Aquí los pantalones no van a ser de cuero sintético sino vaqueros para triturar con ligeros toques ‘hard rock’ marca Journey y un repertorio al que le sobran baladas y estampas AOR.


“Rock of Ages (La era del rock)” parece que ha dejado el homenaje ochentero con la intersección del glam rock con la cultura de la MTV que proponía  el musical de Broadway, y se ha centrado en lado ‘amable’ y algodón de feria de ‘American Idol’ y “High School Musical”. Adam Shankman es coreógrafo y bailarín, aparte de director y ha dirigido tanto episodios de “Glee” como la exitosa versión del musical de Broadway de “Hairspray” y un tufillo a filmografía Disney descubren su lado petardo-pop. No sé si era el indicado para llevar una burla, que busca la complicidad del público antes de que un buen puñado de heavys radicales prendan fuego con sus meados a las salas donde se proyecte —sobre todo después de ver sus resultados finales—. Para los más puristas será todo un insulto, pero Shankman ha querido echar el mismo dulce dosificado y la misma marca de laca musical a la cara de los espectadores que en su adaptación del universo que engendró John Waters. Y es que “Rock of Ages (La era del rock)” le falta maldad y prácticamente le sobra todo lo demás. ¿Y por qué el director de la originaria “Hairspray” (John Waters) no ha sido el elegido para trasladar a la gran pantalla un guión en el que cada diez líneas aparece la palabra ‘filth’ (indecencia, porquería), afín a su filmografía? ¿Quién mejor podría dar un sentido sucio a algo que lo pide a gritos (de heavy metal)?


La imagen, para que me entiendan, podría ser la de unos canis de La Moraleja (lo siento por los clichés) jugando al ‘Guitar Hero’ (lo siento por la publicidad) y apagándolo para poner un CD de Camela (lo siento por la elección musical). Si encuentra el espíritu del rock & roll en el anterior ejemplo puede que “Rock of Ages (La era del rock)” sea su película. Cuesta entender que el filme de Adam Shankman pretenda hacer una crítica sobre la construcción de productos musicales y el advenimiento de boy bands del tipo New Edition cuando nos encontramos ante un producto musical y cinematográfico de diseño en toda regla y sin ninguna clase de disimulo. La película parece una broma, una spoof movie del musical que lo origina y que divaga desorientada entre la peor colección de pelucas y looks posibles, la nula química de cualquiera de sus protagonistas (lo de Alec Baldwin y Russell Brand es para hacérselo mirar) y un popurrí de Glee con estética de cartón luminosa a lo ‘Guitar Hero’ y con tramos argumentales a lo “Showgirls” o “Burlesque”. Pero su mayor problema es que la animada “Detroit Metal City” de Hiroshi Nagahama establecía esa dicotomía entre un corazón pop (sueco) y una destructiva e incendiaria alma diabólica metalera, con mayor talento, gracia, encanto y carcajada al otro lado de la pantalla.

Lo mejor de la película, simplemente y aparte de Mary J. Blige, es que acaba como “Los Soprano”.

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