jueves, 14 de noviembre de 2013

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Titanic: ¿Y el barco se hunde? ¡Qué sorpresa, no me lo esperaba!

“Titanic”
Director: James Cameron
EEUU
1997

Sinopsis (Oficial):

Entre los miles de personas que desean un hermoso viaje, el destino elije a dos jóvenes almas para lanzarles el desafío de alimentar una pasión que cambiará sus vidas para siempre. Rose DeWitt Bukater (interpretada por la ganadora de un Oscar Kate Winslet) es una joven de 17 años y familia de clase alta norteamericana que sufre las estrictas expectativas de la sociedad eduardiana y que se enamora del joven viajero de tercera clase y espíritu libre Jack Dawson (ganador de un Globo de Oro y nominado a los Oscar Leonardo DiCaprio). Una vez que abre sus ojos antes el mundo que existe más allá de su celda de oro, el amor prohibido entre Rose y Jack inicia un gran misterio que sigue sin resolución hasta la época actual. Nada en la tierra puede interponerse, ni siquiera el impensable hundimiento del Titanic.

Crítica Bastarda:

Cuenta la leyenda que si no te gusta “Titanic” de James Cameron eres considerado un auténtico esnob… pero por esa regla de tres podáramos comparar a todo fan de la película, que batió toda clase de récords, con esa pareja de ancianos estadounidenses que fue noticia en su momento y que vieron unas chorrocientas millones de veces en su estreno la cinta. Una y otra vez… viendo la misma película que acababan de ver unas pocas horas antes, como hámsteres dando vueltas a la misma rueda, y llorando con esa pareja de ancianos abrazados en una cama antes sumergirse en el océano por toda eternidad y asombrándose de que el Titanic, al final de la película, se hunde. ¡Qué sorpresa, no me lo esperaba! Uy, una rueda para dar vueltas en ella… ¡BIBA! Da vueltas… no me lo esperaba… como que la película ganara cientos de millones de Oscars por encima de “L.A. Confidential”, a la que el tiempo ha puesto ya en su sitio por encima de la taquilla, el populismo, la comprada estatuilla y el simple dato. Para muchos, no obstante, la jugada de Cameron (todo un esnob) ya quedó clara desde que escuchamos el ¿inolvidable? himno de Celine Dion:

[Aquí la Celine expresa que el único deseo de James Cameron era ganar el Oscar]

Every night in my dreams
I see you. I feel you.
That is how I know you go on.

[Aquí la Celine expresa que el único deseo de James Cameron era ganar el Oscar]

Far across the distance
And spaces between us
You have come to show you go on.


[Aquí la Celine expresa que el único deseo de James Cameron era ganar el Oscar]

Near, far, wherever you are
I believe that the heart does go on
Once more you open the door
And you're here in my heart
And my heart will go on and on…

[…]

… Y en el resto de la letra Celine expresa… que el único deseo de James Cameron era ganar el Oscar… o varios porque también ejerció de productor, montador, animador, maquillador, peluquero, repartidor de catering y lo que se preciara para conseguir saciar a su inabarcable ombligo. Hecho que se confirma porque este Cameron no volvió a dirigir ningún largometraje que no fuera documental hasta que:

I) Terminó de contar la infinidad de billetes que recaudó la película y guardó cual tío Gilito en su mansión.

II) “El Señor de los anillos: el retorno del rey” le igualó en número de Oscars en poco tiempo…

III) Tenía que conseguir pasta para pagar el futurible divorcio de su quinta mujer. 

El Instragram también fue inventado en el Titanic según JC

La realidad, no obstante, fue otra para nuestros oídos. La canción fue una auténtica tortura (por repetición constante en todas las emisoras y medios), como la duración del engendro comercial y los litros de agua que desperdiciaron en el rodaje, que provocaron que muchos nos meásemos vivos durante la proyección —y los que teníamos entradas en el centro de las filas se salas abarrotadas nos jodimos vivos, aumentando el martirio—.

¡Vaya desperdicio de agua!

¡Con la sequía que hay en algunas partes del mundo!

¡Vaya desperdicio de Oscars! 

¡Me meo toa’ con sólo recodarlo!

En definitiva, taquillazo histórico para un blockbuster inflado y premiado hasta la extenuación como mi vejiga cuando terminó ese sufrimiento llamado película. ¡Y eso no esnobismo, es supervivencia!


Momentos inolvidables que recuerdo

El momento tróspido ‘Ponte tiesa... ¡qué el Tampax te traspasa!’.

Cuando el Titanic se ‘empitona’ y la gente (digitalizada) empieza a caer al vacío rebotando me recordó a un pinball cutre ideado por Jigsaw. 

No pude evitar descojonarme cuando la palma Leonardo DiCaprio y se hunde como un bloque de hielo echando burbujitas. ¡Había sitio en esa tabla de sobra (como para treinta personas —que se lo digan a los que hacen turismo en patera) por muy rellenita que estuviese la Winslet!

Y sobre todo el monólogo insuperable que realizó Don Mauro en Paramount Comedy:
(…) que la abuelita del Titanic qué menudo putón verbenero. Al final de la película le dice la nieta: ‘Abuela… ¿y el abuelo sabe algo de todo esto?’ y dice la mosquita muerta ‘El corazón de una mujer es un océano lleno de secretos.’ O sea, qué te guardas un predolo así de gordo que vale miles de millones de pesetas por esconder un mal polvo echado en un coche antiguo lleno de vaho, incómodo, metido en las bodegas de un barco que para una vez que sale… va y se hostia. 
¿¡Y permites que tu marido se tire 60 años trabajando para mantener a la familia…!? 

Y el final ya es apoteósico… ella andando por la popa del barco descalcita… que dices ‘¡Coño!, a lo mejor no es tan mala y se suicida y deja el pedrolo… en herencia a los nietos y al marido.’ 
¡Qué va! Se sube a la barandilla ¿¡Y TIRA EL PEDROLO?! 

¡Coño!, haz por tu marido lo que hizo el Leonardo DiCaprio por ti: ¡Mátate puta!

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