sábado, 5 de julio de 2014

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Mil maneras de morder el polvo: Mil maneras de morder el prepucio del traductor del título

“Mil maneras de morder el polvo”
Título original: “A Million Ways to Die in the West”
Director: Seth MacFarlane
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

Seth MacFarlane dirige, coescribe e interpreta el papel del ovejero cobarde Albert en “Mil maneras de morder el polvo”. Cuando Albert se echa atrás en un duelo de pistolas, su veleidosa novia le deja por otro. No tarda en aparecer una mujer a caballo, tan bella como misteriosa, que le ayudará a armarse de valor. Cuando empiezan a enamorarse, llega el marido, un conocido forajido, decidido a vengarse. Albert no tendrá más remedio que poner a prueba su recién adquirido coraje. Los coprotagonistas de “Mil maneras de morder el polvo” son la oscarizada Charlize Theron, Liam Neeson, Amanda Seyfried, Giovanni Ribisi, Sarah Silverman y Neil Patrick Harris. Seth MacFarlane reúne a muchos de los cineastas que estuvieron detrás de la taquillera Ted como los productores Scott Stuber y Jason Clark, y los coguionistas Wellesley Wild y Alec Sulkin.

Crítica Bastarda:

En resumidas cuentas, la película es una de las gañanadas (y fracasos) del 2014 y se pudiera condensar y reducir a la expectativa propia y ajena de la nueva obra de Seth MacFarlane tras el éxito mundial de Ted. El creador de “Padre de familia” llevó a la pequeña pantalla un proyecto inicialmente pensado como una serie de animación que se reformuló en un largometraje con la interacción de actores de carne y hueso con ese peluche incapaz de crecer, amarrado a su propia imposibilidad. La premisa le servía a MacFarlane para establecer un margen y coartada que propiciara su incursión en la comedia, ciertamente trash con ramalazos directos al homenaje gástrico emocional (“Flash Gordon”). Pese a su triunfo en la taquilla, quedó clara constancia de que su humor no es para todos los paladares y su catálogo de chistes podía causar tanto la carcajada como el odio o la más innoble indiferencia. En “Mil maneras de morder el polvo” el western y su iconografía provocan el homenaje fugaz y formal de MacFarlane (“Centauros del desierto” se impone sobre el spaghetti western) como mera excusa para dejar paso a una comedia basada en una sucesión de sketches, donde poco importa la extrapolada y trillada historia o la debilidad de su alargada línea argumental. La película nunca está a la altura para ofrecer un conjunto sólido y queda incapacitada en esa reiteración de chistes groseros y escatológicos que dan la impresión de formar parte de una pantomima del pleistoceno amparada en el rating actual para adultos. No son tiempos de reivindicar en la gran pantalla a los Monty Python de “Sillas de montar calientes” con Mel Brooks de maestro de ceremonias o incluso a la Divine de “Polvo de oro”, sino que la comedia para mayores de edad sobre esa carcasa de western que propone MacFarlane es tan conscientemente anacrónica como torpemente infantil. 


Los problemas no son las ovejas ni tampoco la implicación de los conocidos actores sino que, como suele suceder ya habitualmente, los mejores chistes fueron ya desmigajados en el trailer y “Mil maneras de morder el polvo” nos confirma de nuevo esa incapacidad de Hollywood por ajustar esos metrajes alargados que marca el actual mainstreamcon comedias que habría que despachar en 90 minutos. MacFarlane, no obstante, trata de hallar un equilibrio entre desiguales fragmentos sobre el Monument Valley de Utah como icónico escenario. La parodia gore le sirve para retratar la brutalidad y caos del Lejano Oeste, el tono romántico e incluso satíricamente referencial hacia Jane Austen para la marca pomposa y más refinada y la parodia para desdibujar un cruce de anacrónica spoof-movie y el homenaje a base de gags al western. Seth MacFarlane siempre ansía quedar por encima del heterogéneo y desigual fondo, que la comedia esté por delante del vehículo elegido. Su problema es evidentemente que la forma prevalece sobre sus aportaciones cómicas, por grotescas y risibles que sean. Todo pudiera quedar simplificado a esa trama argumental secundaria que protagonizan Giovanni Ribisi y Sarah Silverman, donde una prostituta desea mantenerse ‘virginal’ únicamente para su prometido siendo el sexo la propia catarsis y salvación de sus vidas en ese lugar donde existen un millón de maneras de morir. Precisamente el sexo, como referencia reiterativa o indicación cómica, establece el trampolín sobre el que MacFarlane desea saltar para eludir el abismo; cargándose de todo el recital de chistes con heces, flatulencias, drogas y meados de oveja para propulsarse lo más lejos. He ahí su principal lastre y pesada ancla para caer al vacío: cualquier espectador posicionará la referencia directa y externa (Jamie Foxx y Christopher Lloyd como Django y Doc Brown respectivamente) por encima de toda esa accidenta y desemejante compilación de sketches y gags. 


En realidad, “Mil maneras de morder el polvo” tiene su historia… pero otro tipo de historia. ¿Quién ha sido el encargado de otorgar tal título a la cinta? Recordemos que ‘A Million Ways to Die in the West’ debería traducirse como ‘Un millón de maneras de morir en el Oeste’. La pérdida de 999.000 unidades —junto al cambio de la ‘morir’ por ‘morder’ y que la referencial al western se convierta en simple ‘polvo’ que escupir— no deja de marcar el desgaste de un objeto sin mucho que mordiscar… salvo que algún filólogo desee violentamente idear mil maneras de morder el prepucio del responsable de la pieza principal del cartel. Puede que en esa diversificación estuviera la película soñada por MacFarlane. En América latina se quedó con “Pueblo chico, pistola grande”, en Brasil como “Un millón de maneras de sostener el arma” aunque han sido los checos los más acertados en definir el destino de la cinta del director de Ted: “Todos los caminos llevan a la tumba”. Y efectivamente ni mil maneras de morder un prepucio (o el polvo) o un millón de modos de morir en el lejano Oeste salvan esta película de acabar muerta y enterrada.

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