martes, 17 de febrero de 2015

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El francotirador: Reborn

“El francotirador”
Título original: “American Sniper”
Director: Clint Eastwood
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

De la mano del director Clint Eastwood, llega “El Francotirador”, protagonizada por Bradley Cooper como Chris Kyle, el francotirador más letal de la historia del ejército de los Estados Unidos. Pero hay algo más en él aparte de ser un buen tirador. El marine del grupo de operaciones especiales de la Marina de Estados Unidos, Chris Kyle, es enviado a Irak con una sola misión: proteger a sus compañeros de ejército. Su precisión milimétrica salva incontables vidas en el campo de batalla y, a medida que se extienden sus valientes hazañas, se gana el apodo de ‘Leyenda’. Sin embargo, su reputación también crece detrás de las líneas enemigas, de manera que ponen precio a su cabeza y se convierte en objetivo prioritario de los insurgentes. También se está enfrentando a otra batalla en casa: ser un buen marido y padre desde el otro lado del mundo. A pesar del peligro, y del precio que, debido a su actividad, tiene que pagar su familia en su país, Chris sirve durante cuatro angustiosas misiones en Irak, personificando el emblema del credo de los SEAL: «no dejar a ningún hombre atrás». Pero al volver a su casa, con su mujer, Taya Renae Kyle (Siena Miller) y con sus hijos, Chris descubre que lo que no puede dejar atrás es la guerra.

Crítica Bastarda (con ¿spoilers?):

¿Cuál es la línea ética (si existe) entre un héroe de guerra y un asesino? En realidad, la percepción la constata el propio bando aunque desde la Segunda Guerra Mundial cualquier apreciación nos remite a un catálogo de grises. Vietnam fue la herida y la cicatriz dio paso a la Guerra Fría y la lucha de EEUU frente a Al Qaeda y el Estado Islámico, no admitiendo una implicación imparcial: hay que elegir bando… aunque ese hecho conlleve aceptar y abrazar la hipocresía y la doble moral automáticamente. Posiblemente no aceptemos que un héroe (de guerra) es, en realidad, un asesino en su sentido etimológico. “El francotirador” es una producción cuyo éxito reside en la polémica que genera pero no deja de ser una película. Vayamos, por lo tanto, a la completa ficción y fantasía para tener un enfoque más abierto. ¿Qué opinaría un warsie si Luke Skywalker fuera descrito como un terrorista genocida desde la perspectiva del Imperio? ¿O un fan de Tolkien si un ser afiliado a la ideología del Señor oscuro Sauron hablara de exterminio indiscriminado y racial sobre los orcos (y categorías aledañas) a manos de aquellos que designaron como ídolos y salvadores de Tierra Media? La cuestión es que resulta imposible tomar como fábula una historia que está de plena actualidad incluso con el inminente juicio del asesino del apodado ‘el diablo de Ramadi’ desde el bando enemigo. Del tema ideológico y ramales religiosos mejor ni hablar…


“El francotirador” se ha convertido en un film implícitamente polémico alrededor de la figura de Chris Kyle, desembocando cualquier crítica sobre su libro en el que presumía de haber asesinado a 160 insurgentes de manera constatada durante distintos despliegues en Irak. «Los enemigos son salvajes y despreciablemente malvados. Mi único arrepentimiento es no haber matado a más». Su incendiaria biografía ahora es radiografiada por la mirilla del director deGran Torinoy el fuego ha beneficiado a construir el fenómeno controvertido del año… aunque las llamas bien pudieran incinerar el espíritu fílmico de la obra. La fama siempre tiene dos caras y el film de Clint Eastwood desea establecer dos puntos de vista en dos francotiradores enfrentados a lo “Enemigo a las puertas”, dando los evidente roles de protagonismo y antagonismo por el bando que retrata, establece y marca el punto de vista. Olvídense de la ideología para que la historia dé paso a un discurso divisado en el notable díptico confeccionado por Kathryn Bigelow“En tierra hostil” y La noche más oscura (Zero Dark Thirty)— partiendo desde ese halo de convulsión terrorista, paranoia y conspiración que mutó en la cuarta temporada de Homeland a una alocución similar a la propiciada en “American Sniper”. Eastwood se encuentra gestionando un cruce de film propaganda con un discurso crítico —entre líneas— que nos remite a la evolución de una ‘Leyenda’ obsesionada como Maya (Jessica Chastain) y adicto a la adrenalina belicosa como el sargento de primera clase William James (Jeremy Renner). Precisamente habita un diálogo entre una secuencia calcada en la que Chris Kyle viaja en avión sobre un tapiz de fondo remedado. Toda esa ambigüedad de un plano final que simplificaba una mezcla de liberación, escepticismo y convulsión en la que se encuentra el mundo actual, ha acabado en el luto fúnebre y funesto. Ese funeral ciertamente entierra el alma del protagonista, que se ha desvanecido y es una carcasa autómata al servicio de su país. Pudiera recordarnos a esos drones al servicio de Carrie Mathison cuyo fin justificaba cualquier medio y creaba un material moral respecto al resto de personajes. Clint Eastwood desea ceñirse a la ficción y articula el film sobre una misma secuencia y repetición para gestionar el conflicto de esa leyenda homicida: el entrenamiento de un padre a un hijo acabó poniendo en la mirilla a un niño. La evolución la marca ese automatismo por apretar el gatillo, por replantearse el acto y consecuencia por encima de una ideología y bando establecido. “El francotirador” desea plantear un alegato sobre la humanidad y la pérdida de la misma, establecer el precio de la mortalidad de una ‘leyenda’ en toda su extensión y simbolismo.


¿Se es héroe por el mero hecho de vestir un informe y tener un contador de víctimas envidiable? Digamos que esa adoración sobre un iconizado asesino —como cualquier héroe de guerra—también despierta el frenesí de la sociedad. Glorificado el héroe o el homicida, la polémica ha convertido al film en acontecimiento. Para Seth Rogen “El francotirador” le recordaba por momentos a ‘Stolz der Nation’, cinta interna de “Malditos bastardos”. E incluso Michael Moore ironizaba sobre la película bélica más taquillera de la historia estrenada el mismo día en el que EEUU rendía tributo a Martin Luther King, asesinado por un francotirador. «Mi tío fue asesinado por un francotirador en la Segunda Guerra Mundial. Nos enseñaron que los francotiradores eran unos cobardes. Te dispararán por la espalda. No son héroes. Y los invasores son peores». “El francotirador” era ya una cinta condenada al éxito y la controversia. La autobiografía de Kyle permaneció más de tres meses como uno de los libros más vendidos en EEUU en 2012 y el problema que se encuentra su adaptación es precisamente el mismo que surgió en “Banderas de nuestros padres”: la necesidad de dotar de un contraplano ideológico al conjunto. La contrariedad es que no hay vencidos (ni vencedores) en esta actual guerra del terror, donde los musulmanes moderados no condenan ni reniegan de los mismos textos de su religión que utilizan los radicales y terroristas, donde los norteamericanos (y los supuestos defensores de la libertad) han caído en una espiral de perdición al utilizar cualquier medio (torturas, violaciones de Derechos Humanos, daños colaterales e innumerables víctimas inocentes, etc.) que justifique su fin. Resulta, por lo tanto, inviable articular una nueva “Cartas desde Iwo Jima”. La Segunda Guerra Mundial forma parte del pasado, donde los vencedores y vencidos han quedado claramente limitados y una ideología se impuso sobre otra. El problema es que tanto la estela de la Guerra Fría como la convulsa era post 11-S convergen sobre llagas sangrantes y demasiado abiertas. Considero que “El francotirador” plasma mejor los dilemas de ese autómata en ese bebé plastificado ‘reborn’ que tanta controversia y burlas generó en las redes sociales. Creo que esa secuencia —con su propia historia y anécdota para eludir la carne y hueso de un bebé y remplazarla por plástico— no abandona la incapacidad para hacer regresar el alma de ese héroe y leyenda que, en definitiva, no deja de ser un ser humano que ha quedado desligado de su condición.



“American Sniper” elige para el último acto como cierre del film una larga secuencia de acción antes del regreso a su patria y resolución de sus conflictos. Eastwood se aleja de un concepto más experimental —bajo el retrato de un francotirador y su mirilla— y rápidamente organiza la cinta con un concepto más idóneo sobre el propio terreno y las cardinales del género bélico, como si existiera cierta imposición por otro tipo de film de acción. Es una solución similar a “Corazones de acero”, pero en la irregular cinta de David Ayer la heroicidad era descrita como un acto salvaje y amoral. La conclusión de “El francotirador”, por el contrario, encierra otra película que anteriormente no fue descrita. Chris Kyle encontró en la ayuda a otros soldados veteranos la forma de redimirse y descubrir el camino para volver a ser ese hombre que abandonó a su familia. El dummie consiguió hacer regresar a su alma, construir de nuevo un ser humano con la capacidad de tener sentimientos. Y, en ese punto, nos lanzan la duda de su esposa… una mirada que ‘dispara’ unos créditos finales para contarnos la muerte del protagonista a manos de un veterano (con problemas mentales) al que trataba de ayudar. ¿Dónde se encontraba ese otro film? Clint Eastwood desemboca a esos créditos tejidos de material de archivo, a modo de ‘power point’ patriótico, en el que el réquiem de Kyle es retratado como un funeral de estado y el pueblo estadounidense encontró a su héroe de guerra. El espectador se convierte en juez y verdugo de sus actos dentro de esa nueva cinta que nunca divisamos anteriormente. ¿El asesino y ese dummie que trató de volver a ser humano se convirtió en un semidiós y leyenda para y por el fanatismo de las masas? ¿Es la sociedad aquella que designa tal condición? Planteemos, pues, la obra como una indagación de la incomodidad moral sobre los mitos en guerras tan abiertas como heridas sangrantes. Nos queda ese fundido a negro tras la bandera norteamericana y un ataúd, como si el film se cuestionara y replanteara una evasiva a la propia audiencia. Tal vez la dura realidad es que no exista una respuesta clara a cualquier pregunta compleja. Puede que El francotirador” no sea esa película propagandística repugnante y patriótica que señalan unos, ni tan claramente perturbadora ni psicológica como pretendía Eastwood. Resumamos en que hacer un film sobre distintos grises en tiempos de blancos y negros manifiestos conduce irremediablemente a ese infierno de controversia y demagogia. El espectador, por lo tanto, se convierte en un francotirador que decide apretar o no el gatillo por una propia ideología impuesta.

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