miércoles, 26 de agosto de 2015

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The Brink: ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Islamabad

Serie de TV
“The Brink”
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

La nueva serie y comedia negra “The Brink” se centra en una crisis geopolítica y su efecto sobre tres hombres dispares y desesperados: Walter Larson (Tim Robbins), el Secretario de Estado de EEUU; Alex Talbot (Jack Black), un humilde funcionario del servicio exterior; y Zeke Tilson (Pablo Schreiber), un experto piloto de combate de la armada. Estas tres almas comprometidas deben superar el caos que se encuentra a su alrededor para salvar al planeta de la Tercera Guerra Mundial. El espectáculo también cuenta con Aasif Mandvi, Maribeth Monroe, Carla Gugino y Eric Ladin. La serie está creada por Roberto Benabib.

Crítica Bastarda:

«Buena idea, casting y producción… pero muy irregular ejecución», pudiera ser el título alternativo de la reseña de “The Brink”, nueva comedia (ácida y negra) de HBO. Contar con Tim Robbins, Jack Black e incluso nuestro ‘Pornostacho’ de Orange Is the New Black son alicientes para gestionar una sátira sobre diplomacia y política internacional. Seguramente la cadena de cable quiere tanto servirse del éxito de público y crítica de “Veep” —su sitcom estrella junto a Silicon Valley ante la tendencia al drama (y ombligo de su creadora) en Girls— y buscar un relevo de futuro. Puede que le haya funcionado a nivel de datos y su renovación para una segunda temporada se generara gracias a la buena opinión general de los espectadores por encima de unas divididas reseñas de los medios especializados norteamericanos, más unánimes con su compañera de emisión: “Ballers”. En realidad, aunque podamos comparar el invento de Kim Benabib y Roberto Benabib como una revisión de “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” de Stanley Kubrick —amparada en el mapa geopolítico actual—, la sensación es de una constante utilización de los elementos y mecanismos de la forma de entender la comedia actual, basada en la exageración, lo incorrecto y el trazo grueso. HBO es una perfecta vía para revelar sin pelos en lengua —o censura de alguna índole— a esos tres hombres que pueden definir (o poner fin a) el futuro del mundo tal y como lo conocemos. Hablamos del señor que haría que el presidente de los EEUU apriete el ‘botón rojo’ (Robbins), de aquel ‘camello’ con problemas financieros que lanzará a ‘Fat Man’ (Schreiber) y, evidentemente, de ese díscolo y caótico factor sorpresa sobre el propio campo ‘de batalla’ que representa el funcionario de la embajada que interpreta Black y que sueña por convertirse en un agente de la CIA.


La idea es que el espectador se ría de ese mundo gobernado por locos, fanáticos religiosos (como, por ejemplo, el embajador que interpreta John Larroquette), pervertidos, masoquistas, presidentes cobardes o bromistas y personas incompetentes a las que incluso les falta un hervor o su profesionalidad deja bastante que desear. En ese punto, “The Brink” abre una brecha en esa herida para echar toda su sal y mala leche. Sus gustos, sus excentricidades… Hasta la familia pakistaní es objeto de ese tono burlesco donde los estereotipos y lugares comunes se transforman en un material potente para que los libretos de los hermanos Benabib escarben en ese estercolero humano que conforma el mundo actual. Sobre ese territorio, la comedia de HBO se desmarca de un tono medido para clavar su aguijón y dibuja una sátira irreverente sobre esa crisis internacional que pone al borde a EEUU de una inminente Guerra Mundial al tensarse el conflicto entre Pakistán e Israel con China e India como secundarios. No es que “The Brink” llegue a ser un “Hot Shots! (¡La madre de todos los desmadres!)” aplicado a Homeland—donde Robbins retome el espíritu de “Ciudadano Bob Roberts”— ni tampoco da la sensación de llegar a ser una nueva “M.A.S.H.” con más cardinales que abran todo el campo y escenario de la contienda. Planteemos que la sitcom desea ir más lejos en su estructura sobre un circo de tres pistas con multitud de payasos entre animales salvajes. Por ejemplo, la premisa se basa en un golpe de estado en Pakistán a manos de un ex general y ex líder del ISI que no se ha tomado demasiado bien perder en las elecciones y que tiene un historial médico con algún brote psicótico hace algunos años. Precisamente la idea para declarar la guerra por parte de ese nuevo dictador emergente se basa en una estúpida premisa respecto a los drones y una conspiración sionista para alterar la biología reproductiva de la población. Israel está en peligro y las mismas armas que la política exterior de EEUU utilizó para invadir Irak, dignas del género de ciencia ficción, dan la impresión de volverse en su contra. ¿Llamamos ya al Dr. Strangelove?


“The Brink” ha dividido a la crítica estadounidense y es posible que sea por su tono insolente utilizado para desdramatizar tanto a los personajes como la grave situación que les rodea. Esa ejecución políticamente incorrecta roza de manera pretendida una opereta o discusiones dignas de patio de colegio. Amén del Xanax de rigor —y otro tipo de sustancias— para tranquilizar los nervios. La cuestión es que a la nueva comedia de HBO se le notan demasiados sus hilos para camuflar sus muchas deficiencias con toneladas de vulgaridad y bromas de mal gusto. Dentro de ese universo inmoral y corrupto, no obstante, la serie creada por los hermanos Benabib desea pivotar su sátira para no dejar títere con cabeza en ninguno de sus múltiples frentes, incluido el presidente de los EEUU. El problema es obvio: no estamos ante un conjunto a la altura y tan afilado de “Veep”. El aguijón de “The Brink” funciona, por lo tanto, a modo de metralleta, retratando la fatalidad de un mundo gobernado por el militarismo y gilipollas integrales entre excentricidad, escatología y oda-chistes fálicos-sexuales en toda su extensión y tonalidad. En el season finale de la primera temporada, “The Brink” luce sus armas para poner en el mismo nivel psiquiátrico a ese loco ex general que ahora tiene el control de Pakistán y ese personaje ególatra (e incompetente) que interpreta Black. La única diferencia es cambiar la hierba por el genocidio para paliar sus numerosas carencias personales porque, ¿qué diferencia hay en la actualidad entre un sociópata o un gilipollas integral? Tener como juguete una bomba atómica, efectivamente. En un mundo dominado por la estupidez, la ineptitud y la cobardía, tal vez el gran mérito del show de HBO sea que es capaz de introducir un cunnilingus en medio de la mayor crisis bélica y global del Siglo XXI. O dejar claro que la moraleja del asunto es que la bomba condenada (y Fat Man) a detonar está a destinada a cambiar de manos… desde que un simio cada vez más involucionado la creó para que sus generaciones futuras decidirán jugar y tantear con el borde de ese peligroso y auto-destructivo botón.

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