domingo, 14 de febrero de 2016

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La habitación: El mundo (y la realidad) como la más traumática abducción

“La habitación”
Título original: “Room”
Director: Lenny Abrahamson
Irlanda / Canadá
2015

Sinopsis (Página Oficial):

“La habitación”, una película llena de suspense y profundamente emotiva, explora el amor infinito entre una madre y su hijo. Cuando Jack, de cinco años, y su madre escapan del único espacio que el niño conoce desde su nacimiento, este descubre el mundo exterior. Invadido por la alegría y el entusiasmo, se agarra con más fuerza que nunca a lo único que realmente le importa, el potente vínculo que le une a su cariñosa y entregada Mamá.

Crítica Bastarda:

En Extraterrestre Nacho Vigalondo dio una vuelta de tuerca sobre otro tipo de visitante «llegado del espacio exterior» para dejar como fondo de su obra una invasión alienígena. Se trataba de un mcguffin para desarrollar otro tipo de narración más vinculada a un extraño concepto de comedia romántica costumbrista, donde la psicosis, la paranoia social y la cultura actual de la desinformación formaban la base de un escenario en el que importaba que el protagonista se diera cuenta de que él, pese a su humanidad, era el extraterrestre de la película. El libreto de Emma Donoghue, que adapta su propia novela, también decide formular la historia de una «abducción» bajo el prisma de un cambio de escenario y punto de vista de un niño que acaba de cumplir cinco años. La madre de Jack fue secuestrada y él es fruto de los abusos sexuales a los que fue sometida. Lenny Abrahamson subyuga la narración al punto de vista de esa criatura para que el espectador sea partícipe del descubrimiento de una realidad no demasiada lejana al de la protagonista de “El bosque” o como si Guido (Roberto Benigni) cambiara radicalmente su discurso en “La vida es bella” y abriera los ojos a su hijo concluyendo con la farsa. En esta ocasión es el propio mundo exterior a esa habitación, que inicialmente conformaba un gran todo y verdad, aquel que abduce a ese inteligente pequeño para que la vuelta de tuerca se establezca satisfactoriamente. Aunque “La habitación” pivota constantemente como un drama de supervivencia, trata siempre de hallar el punto de giro de su premisa y relatar la crónica de otro traumático secuestro: la del mundo real sobre aquel que había establecido Jack en los márgenes de esas cuatro paredes. Ahora, la simple luz solar puede provocar la más abrasiva ceguera, los sonidos más nimios la mayor de las sorderas. Abrahamson da la impresión de recrearse en esos iniciales detalles como si quisiera conectar con “La escafandra y la mariposa” de Julian Schnabel dentro de esa parálisis psicológica ante el cambio, como si tanto ese niño que va a empezar a descubrir la dura realidad tuviera que adaptarse a su nueva condición. 


“La habitación” es evidentemente una fábula, amparada en una crónica realista, que trata de bascular la conexión que habita entre “Alicia en el país de las maravillas” y secuestros como los perpetrados por el monstruo de Amstetten o casos como los de Jaycee Lee Dugard o Natascha Kampusch. Pero el director desea sobrepasar la propia condición y cuerpo del relato, habitualmente vinculado al género de terror, para centrarse en otra modulación respecto al drama de supervivencia sobre ese foco «extraterrestre». Su primer acto conforma, por lo tanto, la liberación y el descubrimiento de otro mundo «alienígena» por parte de Jack a partir de su cumpleaños. Pero incluso dentro de esos márgenes de tensión, terror psicológico y suspense, Abrahamson retrata al villano (Old Nick) desde su propia perspectiva, tratándolo como una especie de víctima de sus delictivos y enfermizos actos y sus preocupaciones respecto a esa crisis económica que le ha dejado sin trabajo y sin un nivel de ingresos con el que mantener a esa «familia» a la que obliga a permanecer cautiva y privada de libertad. Dentro de esa presentación, “La habitación” también quiere revelar los conflictos de sus dos personajes principales. Ma, interpretada por una prodigiosa Brie Larson, tiene que hallar la vía para «separarse» de Jack y ser consciente de sus decisiones egoístas para mantenerse con vida, utilizando a su hijo siempre como la única motivación para seguir adelante pero «subyugándolo» en el proceso. Por su parte, Jack es la única persona capaz de salvar a su madre aunque ha quedado bajo el influjo de esa habitación que fue su reino y mundo, como si existiera una variación respecto al síndrome de Estocolmo sobre el escenario como «secuestrador». Abrahamson se centra en el regreso y adaptación de sus personajes, utilizando el drama familiar estadounidense como anexo y también “El pequeño salvaje” de François Truffaut con ese matiz que deja divisar su referencia a ‘El conde de Montecristo’. Hay que cambiar y mutar para poder sobrevivir… 


“La habitación” funciona bien a todos sus niveles dramáticos, vitales y emocionales, siguiendo el camino al (auto)descubrimiento y planteando diferentes debates en el espectador que personifican el resto de personajes secundarios. Articulada sobre la devastación y el horror de vivir, interesa delimitar los bordes invisibles que acotan nuestras existencias, siendo testigos de esos elementos «externos» al individuo como la sociedad o esa crítica incluso satírica a la caja tonta —y por extensión a los medios de comunicación— como un reino mágico donde habita la falsedad y la distorsión. Abrahamson desea centrarse también la historia de crecimiento de su protagonista y la separación física de todo niño respecto de su madre, aferrándose Jack a ese diente y necesidad corporal con su progenitora. Es precisamente un «destete» la marca de distinción de que su comunión será emocional como superación al conflicto, descubriendo Jack que existe otro mundo y personas que lo habitan con las que puede comunicarse y establecer vínculos emocionales. Puede que a “La habitación” le ocurra lo mismo que “El pianista” de Roman Polanski y apenas sintamos la claustrofobia en las carnes de sus protagonistas, pese a las grandes interpretaciones de los mismos. Amén de la suprainteligencia y verborrea de Jack, que alejan muchas veces al relato de una credibilidad satisfactoria y lo acercan a la ciencia ficción… salvo que se quisiera articular la crónica del nacimiento del Anticristo como única explicación posible. Muchos apostamos a que Old Nick era miembro fundador de una secta satánica y nos encontramos ante “La semilla del diablo” del siglo XXI… Los méritos, no obstante, son los alejamientos de Abrahamson al melodrama más superficial y canónico, desgarrando las entrañas del espectador bajo otro tipo de mecanismos y desconciertos existenciales más cotidianos para recrear el sentido del amor maternal. Pero, en realidad, lo más gratificante de “La habitación” son las réplicas de ese lugar y cuatro paredes en el resto de escenarios que habitan Jack y Ma, en esa capacidad de superar la abducción del mundo a través del exorcismo del lugar de origen a través de las nuevas vivencias y una renovada perspectiva. Y es ahí donde un cuidado libreto estructura un adiós respecto a la despedida y separación de esas opresivas cuatro paredes que, en cierto modo, simbolizan la separación del individuo a ese otro mundo «extraterrestre», a ese basto e inabarcable universo al que muchos cierran la puerta y se niegan a descubrir.

NOTA: No puedo entender por qué Jacob Tremblay no ha sido nominado al Oscar cuando su interpretación tiene registros y matices que dejan en un juego de niños al papel de Quvenzhané Wallis en Bestias del sur salvaje”. Además de que no tiene nada que envidiar a ninguno de los cinco nominados a los Premios de la Academia de este año…  

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