domingo, 4 de junio de 2017

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The Americans: Quinta temporada


Han visto demasiado, han hecho demasiado…

La mejor serie dramática que se emite actualmente en Estados Unidos tenía que alcanzar un clímax y torsión argumental antes de su cercana conclusión. Cuando se anunció que “The Americans” contaría con seis temporadas y que finalizaría en 2018 con diez episodios era algo evidente que Joseph Weisberg tenía que posicionar su historia hacia una resolución certera y apasionante. Que nadie espere en la ficción de FX rasgos de otros thrillers y acercamientos al subgénero del espionaje porque podía salir defraudado de una narración a fuego lento que detalla los matices de sus personajes con grandes recursos de guion. Pensemos en que los libretos que de esta nueva entrega nos sugieren la verdad y mentira que cada uno de los intérpretes de una novela han decidido creer pero, al mismo tiempo, existe una evolución intimista hacia almas torturadas por crímenes y pecados pasados. En cierta forma, he aquí la historia de que nada es indiferente al ser humano y que todas y cada una de las acciones más oscuras que puede cometer. “The Americans” comenzaba con las dudas de Philip Jennings, que parecía haberse creído la farsa que conformaba su tapadera y ceder a los influjos del american-way-of-life, mientras que Elizabeth era firma en sus convicciones y eje de la misión. Con el paso del tiempo hemos comprobado que las muertes y las personas y familias que han ido destruyendo en cada una de sus acciones han ido apilándose en su conciencia hasta unos límites insospechados. Han visto demasiado, han hecho demasiado… Ese germen ha sido utilizando hábilmente por Weisberg para ir planteando innumerables dudas y conflictos en los márgenes de ese matrimonio que se ha ido consolidando episodio a episodio, temporada a temporada. Si los Jennings lo han conseguido es porque ambos estaban el uno para el otro y los errores que han cometido han podido ser sobrellevados al trabajar juntos y tratar sus heridas psicológicas bajo ese diván que conforma su relación. Pese a todo, aquí subyace ese terror que carcome el alma de los protagonistas al ir aumentado esa carga interior que ya no pueden soportar. Gota a gota, crimen a crimen, los Jennings han llegado a unos límites insoportables. Y Philip parece el primero en llegar ese final… aunque, ¿no podemos considerar que Gabriel les había mostrado el camino de regreso?

La quinta temporada de “The Americans” nos propone un elemento que ya había sido divisado anteriormente: ¿cuándo darán por finalizada su misión los Jennings y regresarán a su madre patria? ¿Qué consecuencias tendrá para su familia tal decisión? La serie de FX necesita poco más que un plano fijo de Philip y Elizabeth mirando a un par de cadáveres… Su regreso a casa silencioso en un coche nos revela que su futuro ejerciendo como espías es tan tenebroso y lóbrego como la carretera de vuelta. No hay retorno a todo aquello que han hecho… y no son simples máquinas al servicio del KGB o la Central sino seres que han ido acumulando crímenes y víctimas hasta no poder aguantar… Philip ha llegado a su límite pero Elizabeth todavía tiene cierto fondo. No obstante, que el matrimonio comience a preparar su regreso no es tan simple e inmediato como podía asumir. Y el problema aquí no son sus superiores o esa patria que les considera héroes de guerra sino la propia mascarada que ellos mismos crearon y construyeron para operar impunemente. ¿Qué pensarán Henry y Paige? Tal vez la Unión Soviética no sea ese lugar gris y helado que decreta la fotografía de la propuesta de Weisberg y habite la prosperidad para aquellos que regresaron allí. ¿Los caminos de la felicidad son sumamente misteriosos? Martha parece haber encontrado un sentido con la adopción de una huérfana y el retorno de Mischa le haya propiciado conocer a la familia de su padre. ¿El círculo comienza a cerrarse para cada uno de los personajes? En realidad, el sentido familiar de la serie siempre ha sido fundamental para establecer los conflictos y necesidades. Esta quinta entrega comenzó viendo a nuestros protagonistas interpretando a otra familia con un nuevo personaje a modo de hijo: Tuan Eckert. Aquí surgen paralelismos, como el hijo integrado en sus maquinaciones y misiones, junto a un reflejo del pasado de ambos. Tuan está dispuesto a cualquier medio para conseguir su fin pero, por el contrario, los Jennings tiene una experiencia y bagaje en el que tratan de equilibrar su objetivo con no dañarse más emocionalmente. Pese a todo —y hagan lo que hagan— están condenados a seguir añadiendo muertes y familias destrozadas en sus acciones. Elizabeth dará un consejo a ese joven y refugiado de Vietnam del Sur, que colabora con el KGB aunque trabaje, en realidad, para la inteligencia vietnamita. Tuan no podrá conseguir nunca solo y tendrá que buscar una compañera con la que poder conseguir sobrevivir. Ya vimos en el caso de William Crandall —y otros espías— que trabajar solos los condenó y en el caso de los Connors aquello que acabó con ellos fue la maniobra de reclutar a su hijo por parte de la Central. La serie siempre ha vivido de esos reflejos y espejos y nada va a ser una excepción a estas alturas.


Sabemos que la evolución de Paige Jennings es que acabe convertida en una espía no sin algunos pormenores emocionales que hayan construido su propio camino. Al contrario que Jared Connors, los escritores han ido perfilando a Paige para su crecimiento interior y que halle en la autoprotección las respuestas que necesitaba. Acercarse a la religión le dio una vía para acabar con la mentira a su alrededor pero, al mismo tiempo, descubrió la hipocresía, injusticia y desigualdad de un mundo en el que el Pastor Tim no predicaba con el ejemplo que quería instaurar en otros. Es evidente que los Jennings no pueden confesar todos sus crímenes a su hija y se han quedado con la parte idealista de la historia. Paige, por su parte, comprendió que la única manera de sentirse protegida —tras la agresión que sufrió con su madre y cómo ésta se defendió— es tener el poder y el control. Atrás ha quedado su fe tras revelarnos esa alegoría de ver cómo tiraba su collar con una cruz a la basura y mantener la misma a modo de apariencia tras un consejo materno. Ahora ya queda lejos la imagen de esa niña que se conformaba con sus lágrimas en la cama de su habitación sino que ella es una depredadora que ha dejado de tener miedo a la oscuridad y los monstruos que habitan en la misma. ¿Y qué pasará con Henry Jennings? El hermano de Paige ha demostrado ser un joven inteligente con el que poco o nada contaban sus padres, como si la propia serie se hubiera dado cuenta del papel secundario al que había relegado a su personaje. El problema de Henry es que pretende seguir sus estudios en un prestigioso centro al que accedería mediante una beca. Tal hecho supondría su separación de su familia y Philip no está dispuesto a pagar ese precio comportándose como el villano a tal fin. Es interesante que los escritores y showrunners profundicen de nuevo en los recuerdos paternales de Philip y que éste compruebe y confiese al menos a Paige— que nunca fue el padre que necesitaron debido a su trabajo y dedicación a un fin mayor. En cierto modo, su familia ha sido otra de sus víctimas y no está dispuesto a sacrificarla sino a mantenerla unida a cualquier precio. La cuestión es simple y sencilla: ¿cómo podrán sus hijos entender una decisión egoísta como el regreso a la URSS de sus padres? ¿Existe una causa de fuerza mayor? ¿No estaría provocando indirectamente Philip lo mismo que vio con Pasha en el otro lado de la balanza? 


Los Jennings han pasado por peores momentos aunque ahora cada mínima herida es aún más dolorosa. Parece ser que Elizabeth ahora está más compenetrada con ese esposo que parecía rozar la infidelidad con Martha o que acudía en secreto a los Erhard Seminars Training. En esta temporada vamos a tener un matrimonio real y una cohesión poderosa para hacer frente a esos dilemas morales que posicionan a la pareja a destruir la vida de otros por un fin mayor. Los Morozov no son unos más en su ya alargada lista sino parte de esa superada medida interior que haga plantear a los Jennings que su viaje de regreso es una realidad. El problema es que Weisberg es conocedor de que queda todavía una temporada con la que dar sentido a una conclusión y no desea ponernos las cosas fáciles, iniciando líneas de suspense tanto en los arcos argumentales de Estados Unidos como de la URSS. Todavía quedan misiones pendientes para los Jennings y Kimberly Breland se va a convertir en un activo fundamental cuando su padre va a pasar a ser el jefe de la División Soviética. Philip se siente tentando con destruir la grabación y la realización de Chris Long en el season 5 finale invita a esa ambigüedad que despliega la sabiduría de los planteamientos audiovisuales. Elizabeth entiende que su marido ha llegado al final de su carrera como espía y entendemos que la evolución de su hija Paige y el adiós del Pastor Tim no han sido casualidades para que tenemos nuevos planteamientos de cara al desenlace de la serie. Pensemos en que el sentido del matrimonio es aquello que plantea los consentimientos y la empatía frente a los problemas del lado opuesto. Algo similar ocurre con el solitario camino de Stan Beeman, condenado a no confiar en nadie y a tratar a todo el mundo —por cercano que sea— como un espía. La llegada de Renee (Laurie Holden) plantea tanto los Jennings como a los espectadores si se trata de una agente del KBG colocada en la vida de aquel que trabaja en el FBI. Sabemos que los datos que aportaron Elizabeth y Philip a veces han jugado de modo inverso al que pensaban y prueba de ello fue la utilización de los restos del cadáver de Crandall para que la Unión Soviética utilizará un arma química. Stan aquí puede llevar un doble juego en el que también puede haberse convertido en la miel para atraer a las moscas comunistas… 


Vivir en la URSS no fue fácil en los 80, con problemas como la escasez de alimentos y las conspiraciones en el aire entre sobornos y mafias para subsistir. Que veamos a Oleg en tramas en Moscú no deja de remarcar ese aire de oscuro thriller en el que sabemos que el FBI desea cobrarse su traición al KGB. Beeman parece un hombre de honor pero en la guerra no habita la decencia y todo vale… En realidad, aquí lo que se nos plantea es que los rusos se boicotearon a ellos mismos y no existía un plan norteamericano para propagar una gran plaga que destruyera sus cultivos. No obstante, si así fuera está claro que los soviéticos no hubieran duda en utilizarlo en contra de los intereses norteamericanos como vimos que hicieron con el arma química que consiguieron gracias a Crandall. Nadie está libre de pecado. Beeman y Aderholt siguen en su búsqueda de activos soviéticos en suelo estadounidense y se dará cuenta de que el dinero es la única razón en una falsa batalla y guerra ideológica. Es cierto que “The Americans” nos quiere contar también por qué fracasó el sistema comunista y el acercamiento que propicia Oleg a las tramas de Moscú vienen a determinar tanto sus conexiones políticas gracias a su padre como un conflicto familiar por el traumático pasado de su madre. Esa balanza podría quedar desnivelada por el chantaje del FBI a Oleg pero he aquí un personaje que se ha ganado poderosos aliados a lo largo de su trayectoria en la serie. Oleg no deja de ser un idealista que vio en las maquinaciones de la Rezidentura un cúmulo de falsas promesas que acabaron con la muerte de Nina Krilova. No obstante, aquello que descubre Oleg y los espectadores es que la corrupción ha destruido el sistema alimenticio soviético y que los burócratas han tejido una maraña que ya nadie puede deshilar en la que unos pocos se beneficien de las necesidades de otros. Los ecos evidentemente viven en nuestro presente. Todos parecen estar de acuerdo al constatar y dar por bueno un sistema fallido y gangrenado, buscando falsas conspiraciones externas de los Estados Unidos para matar de hambre a un país que se han saboteado a sí mismo desde sus entrañas. ¿Ese es el país al que desean volver los Jennings? ¿Van a cambiar una mentira por otra? Continuará en la última temporada de “The Americans”.

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