domingo, 7 de enero de 2018

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Emoji. La película: La peor película de 2017

“Emoji: La película”
Título original: “The Emoji Movie”
Director: Anthony Leondis
EEUU
2017

Sinopsis (Oficial):

“Emoji: La película” descubre los secretos nunca antes vistos del mundo interior de tu smartphone. Oculta tras la aplicación de mensajes de texto, Textópolis, es una ciudad bulliciosa en la que conviven todos tus emoticonos preferidos, a la espera de ser seleccionados por el usuario del teléfono. Se trata de un mundo en el que cada emoji tiene una única expresión facial, salvo en el caso de Gene, un entusiasta emoji que nació sin filtro alguno y tiene distintas expresiones. Dispuesto a ser normal’ como todos los demás, Gene pide ayuda a su mejor amigo ‘Choca esos 5’ y el descifrador de códigos de mala fama, ‘Rebelde’. Juntos, se embarcarán en una épica ‘app-ventura’ paseándose por todas las apps del teléfono, cada una en su contexto alocado y divertido, para dar con el código que reparará a Gene. Pero cuando surge una amenaza inesperada que pondrá en peligro al teléfono, el destino de todos los emojis dependerá de estos tres amigos que harán todo lo posible por salvar el mundo antes de que sea eliminado para siempre.

Crítica Bastarda:

Considerada la peor película de 2017 para público y crítica, “Emoji: La película” no ha sido un desastre del año por casualidad sino que, por el contrario, se ha ganado a pulso su condición de bodrio capaz de arrebatarle los Razzies a “Just Getting Started”, “Cincuenta sombras más oscuras”, “Transformers: El último caballero” o La momia. ¿La misión de los protagonistas? Llegar al Dropbox… y atravesar un ‘Firewall’ (en el sentido literal). ¿La nuestra? Aguantar con la cara de un emotiocono de ‘bah’ (sin mucho esfuerzo) hasta el final de la que ha sido considerada como la peor cinta de animación de la presente década. ¿El emoticono de la caca es nuestra única respuesta hasta semejante inmundicia fílmica? Nos encontramos ante una cruce bastardo de Del revés (Inside Out) y ¡Rompe Ralph! con un mundo gobernado por las corporaciones y las nuevas generaciones abducidas por los smartphones. ¿Es el final del mundo y no nos hemos enterado? El filme de Anthony Leondis habla sobre los ‘encasillamientos’ utilizando esos emoticonos que representa una única emoción. Los ‘emojis’ —y, por extensión, las personas— no solamente ha de ser una sola cosa. Existe mucha mayor complejidad y el libreto tratad de aportar cierto conflicto existencial con otras cardinales trilladas dentro del formato: la amistad, el amor, la familia. Todo, evidentemente, bajo una perspectiva positiva y en la que diversión se fusione con toda la cultura popular en multitud de apps de actualidad. Sin embargo, el producto final carece de todas esas intenciones sino que la sensación general es de absoluta vergüenza ajena y vacuidad infinita entre un aburrimiento generalizado. ¿Estamos a ese ‘bah’ sobre el que pivota la historia? 


No es que se pueda acusar a un filme infantil de animación de ser demasiado infantil pero, no obstante, “Emoji: La película” es tan estúpida como pueril y los planteamientos sociales de Textópolis son una sandez sonrojante. ¡Ni que fuera el planeta Krypton o estuviéramos en una nueva película de la saga Divergente! Digamos que aquí existe una clara imposición de aquello de lo que ha de ser cada uno: una cara que llora por toda la eternidad, aunque le toque la lotería, o una que ría… pese a que se haya roto todas las extremidades de su cuerpo… La rebelión de Gene se produce ante su inutilidad de encajar en un sistema con tanteos utilitaristas y maquiavélicos, aunque, ¿no es acaso un programa informático una vía para establecer un pulcro orden ante el caos? El fracaso de Gene por ser un ‘bah’, tal y como estaba destinado a ser, genera una serie de consecuencias que activen una historia horrorosa que, en realidad, trata únicamente de cómo un joven con un teléfono loco trata de pedir a la chica de instituto, que le gusta, ser su pareja en el baile manido de instituto. Todo ese toque superficial se acentúa por la aparición ‘comercial’ de otras apps y de un aluvión de vergonzosas copias y personajes de otras películas. Para colmo, la imaginación de otros productos ha sido substituida por un guion plano y referencias constantes a los emoticonos más populares del mercado. Es peligroso, además, el discurso que plantea el largometraje de Leondis: las palabras han dejado de tener valor y todo ha de comprimirse en un emoticono. En un mundo en el que los niños —cada vez más idiotas, egoístas y superficiales— van al colegio con sus smartphones y ninguno atiende a clase, “Emoji: La película” nos revela una distopía que podría ya ser nuestro mundo dominado por aplicaciones y la vida propia e interior de cada teléfono móvil inteligente… en el que el icono de Twitter puede convertirse en un deux es machina por interés. Entre chistes patéticos y mediocres y sentimientos empaquetados en píxeles, el bodrio pudiera sintentizarse en los titulares de los medios españoles del tipo «Mario Vaquerizo es la ‘caca’ de Emoji». Mario Vaquerizo tampoco tiene la culpa de que el filme sea un mojón o que el catálogo de frases sea del tipo «es más pesado que un vídeo de youtube de 15 minutos» o «¡por todos los megabytes!». Desconocemos los Razzies a los que va a aspirar este ñordaco monumental, aunque ya se ha ganado el título de la peor película de 2017 para público y crítica. Y no hay emoticono que pueda describir semejante desastre. Bueno, tal vez uno:


Pero aquello por lo que pasará “Emoji: La película” es ‘popema-edema’ de amor del siglo XXI, que define a una generación a la deriva de la estupidez y que condenará el futuro de la humanidad. Todo está perdido, este bodrio es todo un drama existencial…
Querida Addie, 
Tú y yo, somos como diamantes en el cielo.  
Eres una estrella fuga, una visión arrebatadora.  
Brilla, brilla, como un diamante. 
Licencia de Creative Commons
Historias Bastardas Extraordinarias by Maldito Bastardo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.

1 comentario:

  1. Mi corazón sangra de dolor al pensar en todas las personas que fueron al cine a ver esta película.
    Igual que los que pagaron por ir a ver piratas del caribe.
    😭😭😭😭

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